En emitiendo tenemos una teoría, muy poco académica por cierto, pero cientos de veces comprobada, que cuanto más te alejas de las grandes ciudades, de su ritmo alocado, y el stress que domina cada uno de sus días, ganas en vida, en calidad de vida. No importa la gran urbe que tomemos como referencia, todas las grandes capitales, o al menos las Latinoamericanas, están cortadas por la misma tijera.
Viajar por tierra a San Rafael, Mendoza, desde Buenos Aires, la capital argentina, puede representar el viaje más monótono del mundo. Sorteadas las peripecias de salida del infierno capitalino, estamos hablando de casi 1000 kilómetros, a través de un par de rutas nacionales, la RN7 y la RN188, que ni siquiera se esfuerzan en sumar algunas curvas para ponértelo divertido. Es en una sempiterna línea recta que se atraviesa la planísima pampa en dirección hacia unas montañas que recién llegando a San Rafael, comienzan a asomar. Pero a medida que se avanza, uno puede sentir que va dejando tensiones de lado. Si haces el viaje en época de inundaciones, como nosotros, verás a ambos lados del camino, numerosas lagunas que combinadas con la puesta o salida de sol, pueden llegar a hipnotizarte, y hacerte creer que estás en otro planeta.

Esta última sensación se confirma al entrarte en tierras mendocinas, aunque ahora son los viñedos los que flanquean el camino.
Uno de los grandes atractivos que tiene esta tierra, son justamente los viñedos y los olivares. Y no hablamos solamente de los deliciosos productos que de allí derivan, hablamos también de las bondades del clima, la tierra, el sol y la naturaleza en su conjunto confabulada para ofrecerte un microclima perfecto para solo poder pasártelo bien.
Y de esa manera es que vive la gente del lugar. La pasan fabulosamente bien. Se ve en sus caras, sus gestos alegres, serenos, apacibles. Imaginamos que tendrán preocupaciones como todos en este mundo del señor. Pero no se notan, ni permiten que eso altere su ritmo. Sus rutinas son relajadas. La tarde, después del almuerzo es territorio de la siesta. Si paseas entre las 2 o 3 de la tarde por la más céntrica de sus plazas, verás que el pueblo entró en un letargo que solo retomará acción a partir de las 4.00pm. Promediando el día los café, bares y por supuesto la misma plaza comienza a tomar vida. Frente a una de ellas, tuvimos la suerte de meternos en un club de barrio (como todos deben ser en San Rafael) que acogía como cada día, a un grupo de amigos, ya veteranos, de esos de los que se conocen todas la mañas, reunidos para jugar sus partidas de truco o dominó, acompañados de una buena cervecita.
Mañas son las que hay que tener para dominar el más popular de los juegos de naipes rioplatenses. Así que metidos en su ritmo, nos dimos a la tarea de descubrir alguna de ellas.
Y por supuesto nos contaron las que se pueden contar. Porque como en toda competencia o batalla, la magia del truco está en no enseñar tus trucos, tretas y picardías que definen toda contienda.
De todas maneras, si algo si aprendimos, de una forma contundente, que la astucia esta gente la utiliza sobretodo para ganarle al tiempo, para reírse en la cara de los problemas que te plantea la vida, y descubrir una mejor forma de vivir.