Sin corsés ni ataduras, de forma desenfadada, casi como una reunión entre antiguos amigos, al más puro estilo jam session… así es una entrevista con Danilo Pérez, uno de los músicos panameños más internacionales, un pianista genial, un jazzista venerado y una persona comprometida con quien hemos conversado sobre su vida, sus proyectos y sus inquietudes.
El local está aún a media luz. Los estuches de los instrumentos todavía por abrir, los roadies circulando de un sitio a otro, ordenando, organizando. Los meseros dando los últimos retoques. Al otro lado están los músicos, relajados, apurando sus tragos y conversando, a la espera de que llegue el público.
La noche promete.Hoy toca el piano, mejor dicho, lo acaricia, Danilo Pérez, en el bar que lleva su nombre, a un costado del American Trade Hotel, en el Casco Antiguo de Panamá. El local se ha convertido en pocos meses en una referencia dentro del mundo del jazz, un estilo algo olvidado en el Istmo en los últimos tiempos, en los que el reguetón hace de las suyas por cualquier esquina.
Allí está él, tan dicharachero y desenfadado como siempre. Aún no hemos encendido las cámaras, ni siquiera le hemos hecho la primera pregunta, pero ya ha empezado a hablar. Tiene fama de gran comunicador, pero es mucho más que eso.

Entrevista
Fue hace casi 30 años. Camino del aeropuerto de Tocumen aquel jovencísimo Danilo Pérez lo tenía claro. Ante sí se abría la oportunidad de su vida. Se iba a Estados Unidos con una beca bajo el brazo. Pero iba a regresar con algo más que su innato don de pianista perfeccionado. Volvería para contribuir a la sociedad que lo había criado. “Antes de irme me comprometí con mi pueblo, con mis amigos, con mis colegas, a que si progresaba y aprendía, iba a regresar y compartir”.
Y regresó y compartió. 6,000 almas y más de 200 estudiantes asistieron al primer Festival Internacional de Jazz de Panamá impulsado por él mismo, allá por 2003. Dos años más tarde ponía en marcha la Fundación Danilo Pérez, para desarrollar programas musicales orientados a niños y jóvenes con talento pero sin oportunidades.
Emitiendo (E): Tuviste la oportunidad de salir y formarte en el extranjero, ¿qué cosas te traerías a Panamá? Danilo Pérez (DP): Lo primero, y se lo digo siempre a mis colegas, la disciplina. Aquí trabajé con los mejores grupos, con el profesor Ricardo Quintero, o con la orquesta de Marcelino Álvarez, y tuve una carrera profesional de la que me siento muy orgulloso. Pero cuando voy a Estados Unidos me encuentro una cantidad de talento que verdaderamente me asustó.
E: ¿Cómo afronta un joven panameño una situación así, rodeado de gente con tanto talento y en un país en el que ni la lengua es la misma?DP: Como digo, un primer momento me dio miedo, pero tuve la suerte de que en Boston había un colega, el pianista Jorge Carrizo, fallecido hace apenas un año y medio, que me apoyó mucho […]. En una situación así tienes que pensar en comunidad. Con mi padre aprendí que todos trabajamos de una manera muy integral, aunque a veces no seamos capaces de entenderlo o sentirlo emocionalmente. Pero cuando empiezas a entender que todo tiene una causa, un efecto en la vida, y que si le metes pasión, cariño y no te dejas estereotipar, entonces nadie te pondrá ninguna meta, sino que serás tu quien las ponga. Muchas veces hay que soñar, y luego, si la meta está muy alta decir “la voy a bajar un poquito”, pero nunca perder la gratitud. Yo he aprendido a valorar cada segundo, a hacer de un segundo un minuto, de un minuto una hora y de una hora un año.
Cuenta Danilo que esa fortaleza se la dio su familia. En especial su padre, cantante y líder de una orquesta panameña. A los 3 años, aleccionado por su progenitor, ya tocaba el piano. A los 10 entró como alumno de piano clásico en el Conservatorio Nacional de Panamá. Se graduó y se fue.
A la Indiana University de Pennsylvania. De ahí, saltó al Berklee College of Music, en Boston, para desarrollar su talento y sus valores en el jazz.
“El jazz es disciplina, esfuerzo, compromiso, talento pero, sobre todo, es pasión. Hay que meterle cariño, amor. Las cosas hay que hacerlas con pasión. Uno tiene que darse cuenta de que cada vez que hace algo deja una huella en el mundo”, nos cuenta.
Y a decir verdad, la huella de Danilo Pérez está bien marcada. Ganador de un Grammy y nominado a varios premios más, el joven talento panameño ha compartido escenario desde los años ochenta del siglo pasado con músicos de la talla de Dizzy Gillespie, Wayne Shorter, Brian Blade o John Patitucci. “Gurús de la música que me han ayudado en el doctorado que yo necesitaba en mi vida.”, nos cuenta.
La noche avanza. Al local van llegando más y más personas, hoy se va a llenar.
E: ¿Está Panamá preparado para el jazz? ¿Para formar músicos de talla internacional?DP: En los setenta y los ochenta tuvimos grandes maestros pero se fue perdiendo la vitalidad de la educación, que por entonces era progresista. Eso generó mucha desmotivación en los jóvenes. Faltó un plan a largo plazo, un sistema educativo que incluyera la música como herramienta de estudio. Pero no solamente para aprender música, sino para ayudar a mejorar la capacidad de concentración y la memoria, a fomentar ciertos valores. Se perdió un poco esa conexión que yo sí viví gracias a personas como mi padre o a los integrantes de la orquesta de Marcelino Álvarez o al profesor Ricardo Quintero.
E: ¿El Festival de jazz vino a cubrir ese vacío?
DP: El festival se planteó como meta crear un centro de audiciones, un espacio donde hubiera mucha música creativa, y donde todas las clases sociales se unieran sin distinciones. Un lugar para también fomentar el intercambio entre universidades internacionales como la Berklee College of Music o la New England Conservatory y crear enlaces entre artistas nacionales e internacionales. El festival ofrece buenas oportunidades para que los estudiantes crezcan, y la mejor muestra es que de ahí han salido muchos profesionales y hemos visto resultados milagrosos.
E: Como milagrosos son algunos de los logros de la Fundación Danilo Pérez
DP: La Fundación se concibió y funciona como un espacio creativo en el que la música se utiliza para hacer una transformación social completa del individuo. Cuando un joven llega a la fundación, nosotros tratamos de que tenga las herramientas para llegar a ser un profesional de la música o al menos para que pueda usar los recursos que aprendió en su vida y en cualquier otra carrera profesional que emprenda.

E: ¿Cuál es el legado que crees que dejarán estas iniciativas en Panamá? (la Fundación, el Festival, el club de jazz…)
DP: Primero que todo romper con el paradigma que existe de que al panameño no le gusta jazz. El Canal ha tenido un impacto cultural que no se ha medido todavía, y sobre todo en el jazz. A través del Canal ha habido músicos panameños excepcionales que han salido a tocar fuera, o figuras internacionales que han estado aquí: Louis Armstrong, Luis Rusell, Billie Holiday, Billi Cohbam, Carlos Garnett… Hay un montón de historias muy lindas que no se han contado. El Festival, por ejemplo, ha tenido un impacto tremendo, ha ayudado al desarrollo cultural y a crear nuevos profesionales. Otra cosa buena es que al inicio los conciertos se hacían en el área de la catedral y la gente empezó a perder el miedo de ir al Casco Antiguo. Entre todas han tenido un impacto muy integral, en muchas direcciones.
E: Hablas de impacto pero, ¿qué necesita Panamá para ser un país mejor?
DP: En Panamá tenemos una gran cantidad de talento, de culturas entremezcladas. Este país puede ser el laboratorio y el ejemplo mundial de cómo el Canal revierte en un pueblo, de cómo eliminamos la pobreza, de cómo la educación puede mejorar a un máximo nivel. Tenemos que cambiar nuestra mentalidad, entender que estamos en la mira del mundo, y que cada cosa que hagamos, y que no esté al nivel esperado, va contra nuestro propio destino, y cuando tú vas en contra de tu propio destino…